Monday, August 21, 2006

LA LOCA QUE LA COLOCA




CAPÍTULO TRIPAS




"...volviéndome loco
derrochando
la bolsa y la vida
la fui, poco a poco,
dando por perdida."

Joaquín Sabina





Lo cierto es que, al Tuero, la Yajaira se le estaba pudriendo de buenota, y el bato no hacía nada por bajarle los calores —lascivos, claro está—. El bato se enamoró de la Yajaira no por que ésta fuera hermosa y sensual, sino no porque se parecía a la madre del Tuerto.
Se despreciaba asimismo cuando la lujuria lo invadía, y le repugnaba tener erección. Para el Tuerto el ayuntamiento carnal era un calvario (y creo que todavía lo es); cada orgasmo y eyaculación representaban para él una pesadilla; con decirles que hasta se mareaba cuando la Yajaira lo abrazaba, además detestaba los besos; darlos o recibirlos le parecía una comedia ridícula que lo apenaba. Tan ingenuo era que ni siquiera se la maliciaba que la jaina, cuando hacia el amor se sentía como una leona.
Pero el Tuerto no lograba satisfacerla e inconcientemente o por egoísmo se negaba a dejarle el camino libre a otro que realmente la satisficiera. Lo que tenía de filósofo lo que tenía de asexuado.
El tuerto ignora que a través del sexo la gente se comporta como realmente es, él no fornicaba porque quería fortalecer su espíritu. En cuestiones de erección penial se sentía un discípulo de Schopenhauer.

En lo tocante a la sexualidad de la Yajaira, ella era más transparente que los ángeles; la flor de su doncellez más pura que el agua pura; vaya la rebuznancia.