Monday, August 21, 2006

FLECHADOS POR CUPIDO



CAPÍTULO UÑAS




«Piérdeme el respeto, déjate de cosas
y hazme, te lo ruego, las proposiciones
más indecorosas»

Paquita la del Barrio



Pacientemente, como afilada flecha, Dios apunta su dedo hacia el cabezal humano que hierve entre las emociones y las pasiones.
Dos almas han sido las elegidas para fungir como entidades PROT-agónicas de un relato de azúcar y sal: La Yajaira y el Tuerto.

Entonces la puerta carcomida de nuestra curiosidad se abre y la historia de un romance oculto escapa de su buhardilla.
Y aquí empieza el tortuoso drama de la pareja que ingenuamente creyó que el amor era una pendiente fácil de escalar. ¡Oh, destino funesto! Siento el corazón de oruga.

© Cualquier semejanza de esta historia con la realidad no es mera coincidencia.

Por vez primera los desconocidos se ofrecen mutuas miradas y se sonríen. Se limitan a prodigarse tenues piropos con la vista. Cuando se dirigen la palabra se sugieren libros de poesía, los más elevados, los más apasionados.
El ensueño está por llegar y arriba con el primer beso. Al parecer Cupido los ha flechado.
Ella es de notable gracia y hasta los pies tiene hermosos; de tez blanca y lozana; su cabeza coronada con un lindo ramaje de cabellos color azabache que semejan el peinado de una virgen.
Sus ojos destellan ardor; en su mirada hay un revuelo de alegría y tristeza. Se ha impuesto la idea de amar al Tuerto pero no sabe si lo logrará. Está confundida. Les ha comunicado a sus amigas que él ya le ha declarado su amor.

—"¿A poco te gusta ese nerdo, Yajaira?" —le preguntan sus compañeras de clase—.

—"Es un chamaco bobo y sin personalidad" —aclara una amiga—.
—"Pero es muy estudioso" —previene otra—.

—"¡Qué bah! Es un enverbado de la metafísica" —arguyó alguien más—. Risas

El muchacho ya está en edad de merecer, pero lo malo del asunto es que económicamente está más fregado que la ballesta de un cruzado al servicio de Urbano II y colega de Pedro el Ermitaño; así que, como universitario pobretón, flor nacida en los modestos suelos de la Tía Juana, no posee otro patrimonio que ofrecer a su amasia que no sean los calores pasionales.
Y a falta de caudales materiales, virtudes mentales. Tener el don de reciclar ideas filosóficas y convertirse en un adicto a la escritura ¿no es una forma de ser rico?
Oveja descarriada que entra al redil una vez que agoniza su rebeldía, trasquilada con las navajas de una beca estatal. No es mucho, apenas unas cuantas monedas que aterrizan en su desgastados bolsillos.
No obstante con el patrocinio que le otorga el Ogro Filantrópico, finge ser un corcel encabritado, pero ni su propia sombra se lo creerá. La vibración metálica del dinero lo ataranta y se vende a la reacción, inventándose excusas que ya fueron inventadas desde antaño. No importa que sus amigos circunstanciales y de ocasión le reclamen ese proceder de resistir el mal olor de los retretes públicos donde cagan los arcángeles tutelares.
Para lograr una canonización hay dar sepultura a las convicciones; para no trabajar de albañil o jornalero chingón por miedo a estropearse sus delicadas alas de seda hay que dedicarse al oficio de escritor.

—"¡Qué finas tienes las manos!" —le dice la Yajaira—.

—"Es que con ellas no agarro palas sino bolígrafos."

—"Sí, se ve."

—"Yajaira, mi amor, dame un beso con sabor a do re mi y en latín."

—"Mmmuua. Pchhhhhhh."

Él no solamente quiere cambiarse de casa sino de nacionalidad; lo manifiesta cuando suda tinta. Como quien dice, quiere ser padre sin mujer.

Pero no hay crimen que quede impune ni duros senos que no sufran la metamorfosis de una taciturna metáfora convertida en aguado calcetín. Todos los días uno muere y resucita, ésa es la penitencia como la ley natural del fuego vivo que todo lo destruye.