Monday, August 21, 2006

EL TUERTO Y LA YAJAIRA • MOCOBLOGNOVELA



Vertedero de cretinadas

presenta la primera

MOCOBLOGNOVELA
titulada

EL TUERTO y LA YAJAIRA
[FIGURACIONES DEL AMOR]
(una biografía novelada no autorizada) ©

COMPUESTA EN LENGUA CASTELLANA, MEXICAÑOL, POCHOÑOL Y CALICHE
por el nefasto licenciado éktor henrique martínez
proxeneta de musas con piojos blancos y demás guaguanos venéreos
CAPELLÁN DEL REY, N.S. DEDOGORDO Y CONFESOR DE LA REINA
NUESTRA SEÑORA THELAENCHUFAS SINKE CHANITASÉ DETHINTA
Y DOMADOR DE CULEBRAS GRAMATICALES


DEDICADA
A LA COMUNIDAD BLOGUERA
Y A OTROS A QUIENES DIOS GUARDA
EN SU GLORIA
a cuyas reales expensas se hace
esta humilde obra
con privilegio
EN TIYEI, BC
en la imprenta cibernética de

EDITORIAL EL CHARQUITO
AÑO DE 2004


y así comienza la noveLUCHA

FLECHADOS POR CUPIDO



CAPÍTULO UÑAS




«Piérdeme el respeto, déjate de cosas
y hazme, te lo ruego, las proposiciones
más indecorosas»

Paquita la del Barrio



Pacientemente, como afilada flecha, Dios apunta su dedo hacia el cabezal humano que hierve entre las emociones y las pasiones.
Dos almas han sido las elegidas para fungir como entidades PROT-agónicas de un relato de azúcar y sal: La Yajaira y el Tuerto.

Entonces la puerta carcomida de nuestra curiosidad se abre y la historia de un romance oculto escapa de su buhardilla.
Y aquí empieza el tortuoso drama de la pareja que ingenuamente creyó que el amor era una pendiente fácil de escalar. ¡Oh, destino funesto! Siento el corazón de oruga.

© Cualquier semejanza de esta historia con la realidad no es mera coincidencia.

Por vez primera los desconocidos se ofrecen mutuas miradas y se sonríen. Se limitan a prodigarse tenues piropos con la vista. Cuando se dirigen la palabra se sugieren libros de poesía, los más elevados, los más apasionados.
El ensueño está por llegar y arriba con el primer beso. Al parecer Cupido los ha flechado.
Ella es de notable gracia y hasta los pies tiene hermosos; de tez blanca y lozana; su cabeza coronada con un lindo ramaje de cabellos color azabache que semejan el peinado de una virgen.
Sus ojos destellan ardor; en su mirada hay un revuelo de alegría y tristeza. Se ha impuesto la idea de amar al Tuerto pero no sabe si lo logrará. Está confundida. Les ha comunicado a sus amigas que él ya le ha declarado su amor.

—"¿A poco te gusta ese nerdo, Yajaira?" —le preguntan sus compañeras de clase—.

—"Es un chamaco bobo y sin personalidad" —aclara una amiga—.
—"Pero es muy estudioso" —previene otra—.

—"¡Qué bah! Es un enverbado de la metafísica" —arguyó alguien más—. Risas

El muchacho ya está en edad de merecer, pero lo malo del asunto es que económicamente está más fregado que la ballesta de un cruzado al servicio de Urbano II y colega de Pedro el Ermitaño; así que, como universitario pobretón, flor nacida en los modestos suelos de la Tía Juana, no posee otro patrimonio que ofrecer a su amasia que no sean los calores pasionales.
Y a falta de caudales materiales, virtudes mentales. Tener el don de reciclar ideas filosóficas y convertirse en un adicto a la escritura ¿no es una forma de ser rico?
Oveja descarriada que entra al redil una vez que agoniza su rebeldía, trasquilada con las navajas de una beca estatal. No es mucho, apenas unas cuantas monedas que aterrizan en su desgastados bolsillos.
No obstante con el patrocinio que le otorga el Ogro Filantrópico, finge ser un corcel encabritado, pero ni su propia sombra se lo creerá. La vibración metálica del dinero lo ataranta y se vende a la reacción, inventándose excusas que ya fueron inventadas desde antaño. No importa que sus amigos circunstanciales y de ocasión le reclamen ese proceder de resistir el mal olor de los retretes públicos donde cagan los arcángeles tutelares.
Para lograr una canonización hay dar sepultura a las convicciones; para no trabajar de albañil o jornalero chingón por miedo a estropearse sus delicadas alas de seda hay que dedicarse al oficio de escritor.

—"¡Qué finas tienes las manos!" —le dice la Yajaira—.

—"Es que con ellas no agarro palas sino bolígrafos."

—"Sí, se ve."

—"Yajaira, mi amor, dame un beso con sabor a do re mi y en latín."

—"Mmmuua. Pchhhhhhh."

Él no solamente quiere cambiarse de casa sino de nacionalidad; lo manifiesta cuando suda tinta. Como quien dice, quiere ser padre sin mujer.

Pero no hay crimen que quede impune ni duros senos que no sufran la metamorfosis de una taciturna metáfora convertida en aguado calcetín. Todos los días uno muere y resucita, ésa es la penitencia como la ley natural del fuego vivo que todo lo destruye.

LA VIDA NO ES UN BLOC CUADRICULADO



CAPÍTULO UÑAS [BIS]




"...son intelectuales dignos de aprecio,
pero, vueltos académicos, más bien
se antojan candidatos a la horca."

Raúl Prieto



Cinco meses después de entablado el romance, los pichoncitos consiguieron trabajo en el Colegio de la Frontera Norte.

—¡Malditos sean! --les gritan sus conciencias—, han hecho trato con la policía."

—"Se trata de salir en la foto" --contesta el Tuerto, y luego pregunta—:

—¿Acaso quieren que vivamos dándoles mordidas a los libros?"

—¿Están mandando a la mierda sus ideales y principios" —espetó una de las conciencias y agregó—:

—"Estas jodido, men. Es más decente robar un banco que alquilarte en esa puta caseta de información del Pentágono. Pero tú sabes lo que haces, yentelman."

—"Sí, que te compre el que no te conoce" —dijo la otrora conciencia que enseguida le reclama a la Yajaira:

—"Y tú feminista sin pancarta, ¿le vas seguir el rollo a este eyaculador precoz? ¿No te das cuenta que sólo eres una amante de ocasión? Mejor, regálale una foto tuya en braguitas y con escotes, y mándalo a dormir a la carraca de doña Soledad."

—"No la hagan tanto de pedo —alega el Tuerto—, pues total, lo que no separa la realidad lo separa la conciencia. Para algo le sirve a la mente la abstracción. Así que al diablo con los pros y contras."

Y es que la pareja después de arder juntos en la hoguera de piel deciden hacer vida marital, ofcors sin acudir a la cita con Melchor Ocampo, quien bastante enfadado esperó inútilmente a los esponsales susodichos para recitarles la epístola del desconsuelo. Ellos nunca llegaron ni la Iglesia ni al Registro Civil, pero sí a infinidad de bares.
—"¡Pero don Melchor está pendejo!" —exclama el Tuerto—.

Y es que los enamorados tienen el alma muy ocupada para subirse al cielo que está en el suelo. Eso sería como recibir una tunda de tres mil azotes en ambas posaderas, al aire descubiertas, tanto de él como de su dulcinea.

—"A mí nadie me ha de tocar ni con el pétalo de una rosa mis tersas nalguitas --afirma la enamorada—.

Asignatura pendiente en la escuela de humanidades; gracias a Marx y a Sartre él se creerá un napoleón chiquitito.
Pero el Tuerto nunca ha roto un plato ni ha matado una mosca. Dicen quienes lo conocieron de niño que se asustaba al escuchar las canciones de cuna. Pero ahora es tan valiente que inclusive soporta al aburrido y denso maricón de Marcel Proust. Ambos chamullan el inglés y repeliendo los lunfardos que en sus barriadas brotan como champiñones en primavera.

La vida obliga a chupar el caramelo de la tristeza; el que no quiso lamer Caín cuando era un niño y terminó arrojándolo a los pies de Abel.

¿Qué cenarán esta noche? Pienso que quejas y pleitos a la carta.

TAIWANAJUATO



CAPÍTULO DONAS




«Una cucaracha de alquitrán
puede arruinar un barril de miel»

Lenin


En Taiwanajuato la mentira de la Diosa Razón se enfrentará con la verdad desnuda y teibolera. La Yajaira se dará cuenta que las medallas que el Tuerto se cuelga no le pertenecen, y descubre que es un general que jamás ganó una de la tantas batallas que presume. En realidad, cuando mucho, él no rebasa el rango de un jefecillo de salón de clases.
Lo digo porque el capitán de los cholos de su vecindario, cada vez que lo guacha lo tumba con una firula dizque por cuota pa que no lo madreen los más picudos.

Huyeron hacia el sureste asiático porque la monotonía empezó a devorarlos como perro hambriento.
El nerd boy hace tremendas muinas de la nada, y, además, padece uno de los más temibles vicios de la humanidad: el egoísmo; que combinado con el pecado nefando de la soberbia lo hará creerse un genio, a tal extremo de burlarse de las limitaciones intelectuales de la morra.
No pudieron sacarle partido a los ideales deteriorados de la burguesía. Solamente los sofistas logran, y a veces, conciliar las contradicciones del postmodernismo. Así que cualquier intento panegírico que hagan los amasios será en vano.
Se sabe de muy buena tinta que toda relación amorosa es enfermiza; no es más que un montón de hierro que se enmohece tarde o temprano.
Y eso es tan sabido como el hecho de saber que en el invierno hace más frío que en el verano.
En pocos meses ha brotado el tedio y el desencanto. La relación es ya un desparpajo y casi tiene un pie dentro del sepulcro.

Animada por un monstruo de cara angelical que se dice amiga de la pareja, La Yajaira abrirá la jaula del tigre de sus pasiones viscerales, y el felino escapará a esconderse en una cueva de sábanas con olor a azafrán; luego de tirar sendos zarpazos sobre el frágil pecho de la fidelidad.

UNA CANITA AL AIRE



CAPÍTULO DONAS [BIS]



"Tres veces te engañé, tres veces te engañé;
la primera por coraje, la segunda por capricho
y la tercera por placer."

Paquita la del Barrio


—"Total —pensó la Yajaira—, una no es ninguna."

Son casi las cuatro de la mañana y ella aún no se reporta. Ya es la segunda vez en una semana. ¿Con quién andará? ¿Qué estará haciendo en estas horas de la madrugada? ¿Porqué no llega? ¿Habrá salido con algún tipo?
Continúan las interrogantes hasta formar un carrusel de incógnitas. Está anclado en un mar de dudas y no quiere fiar su voluntad a los vientos del destino.
Las mujeres son infieles por dos motivos; uno, porque el rencor en ellas es algo connatural y jamás perdonan; y segundo, porque siempre están necesitadas de dinero, por más inteligentes que sean, siempre acaban dominadas por la vanidad.
No hay ego más devaluado que el de un hombre que sufre los embates de la infidelidad; en particular el de aquellos que piensan que solamente a los varones les asiste el derecho de entrar en uno y otro agujero vaginal.
Sólo los machines pueden darse ese gusto, el privilegio de los extravíos lúbricos.

—"¡Pinches viejas, maldita sea la hora en que se liberaron del yugo patriarcal."

Los pigmeos a veces llegan más lejos que los gigantes.

La habitación esta cargada de mal humor; es un preludio avisando que las cosas entre los enamorados se van a poner feas, color de hormiga.
El huésped parece un león enjaulado que se niega a comer la carne de burro porque ya probó la de gladiador.

Esa noche el Tuerto soñó con serpientes y perdió los estribos cuando su amasia llegó con una cara que anunciaba que había tenido sexo con otro macizo.

—"¿Dónde estabas?"

—"Salí con la Natacha a tomar una sangría."

—"¡Sangría la que te voy a sacar del hocico! ¡No me mientas! ¡La Natacha estaba en su casa y en ningún momento salió!"

La Yajaira no dijo nada, se quedó absorta pensando que había sido pillada de ingenua, víctima de un cuatro. Y en efecto, la Natacha con una astucia que la misma serpiente bíblica envidiaría, semanas antes había aceitado la máquina de la perfidia planeando reventar los delgados hilos de la relación disfuncional. Supo convencer a la Yajaira y presentole un tipo, paisano suyo (lamento haber olvidado su nombre), quien al darse cuenta que la mujer del Tuerto tenía un alma infantil no le fue difícil bajarle la luna y las estrellas.

El Tuerto, vestido con una ridícula piyama que una de sus sectaristas le regaló el día del estudiante, sólo abría la boca para decir maldiciones y groserías.

—"¡Dónde chingados está la mujer que decía tener ojos sólo para mí?" —furioso y como poseído gritaba—:

—"¡Si ahorita tuviera a mi alcance una pistola, te juro que te la encañonaba en el entrecejo y te la vaciaba! ¡Todas las mujeres son iguales!"

Debido a los esputos, gritos, maldiciones, ofensas, improperios, bofetadas, aruñones y tortazos, la historia de marras se enreda en lo indescifrable. Omito exponer otros destellos purulentos que parecen sacados de la poesía maldita.

¿Quién cree que el destino es ineludible?
Mientras contesta pasemos a otro reparo.

LA LOCA QUE LA COLOCA




CAPÍTULO TRIPAS




"...volviéndome loco
derrochando
la bolsa y la vida
la fui, poco a poco,
dando por perdida."

Joaquín Sabina





Lo cierto es que, al Tuero, la Yajaira se le estaba pudriendo de buenota, y el bato no hacía nada por bajarle los calores —lascivos, claro está—. El bato se enamoró de la Yajaira no por que ésta fuera hermosa y sensual, sino no porque se parecía a la madre del Tuerto.
Se despreciaba asimismo cuando la lujuria lo invadía, y le repugnaba tener erección. Para el Tuerto el ayuntamiento carnal era un calvario (y creo que todavía lo es); cada orgasmo y eyaculación representaban para él una pesadilla; con decirles que hasta se mareaba cuando la Yajaira lo abrazaba, además detestaba los besos; darlos o recibirlos le parecía una comedia ridícula que lo apenaba. Tan ingenuo era que ni siquiera se la maliciaba que la jaina, cuando hacia el amor se sentía como una leona.
Pero el Tuerto no lograba satisfacerla e inconcientemente o por egoísmo se negaba a dejarle el camino libre a otro que realmente la satisficiera. Lo que tenía de filósofo lo que tenía de asexuado.
El tuerto ignora que a través del sexo la gente se comporta como realmente es, él no fornicaba porque quería fortalecer su espíritu. En cuestiones de erección penial se sentía un discípulo de Schopenhauer.

En lo tocante a la sexualidad de la Yajaira, ella era más transparente que los ángeles; la flor de su doncellez más pura que el agua pura; vaya la rebuznancia.

UN SAPO INFLADO



CAPÍTULO TRIPAS [BIS]


"...la más prohibida de todas las frutas
te espera hasta la aurora,
la más señora de todas las putas,
la más puta de todas las señoras."

Joaquín Sabina



Sollozando y limpiándose la sangre de las comisuras de sus labios, llena de tristeza, la Yajaira se desnuda y se acuesta en el lecho.
No le duelen tanto los golpes sino lo que le intriga es cómo habrá de concertar una nueva cita con Santa Clos.

—"Esta cabrona todavía no me conoce —murmuraba el Tuerto— ¿Con quién me andará haciendo güey? ¿Habrá quién tolere esta clase de porquerías?"

Luego grito—:

—"¡La próxima vez que se acueste no será en una cama sino en un ataúd!"

Pero la Yajaira ya no lo escuchaba, se había quedado dormida, y más pronto que de costumbre, abatida con la media docena de bofetadas que le propinó el concubino.

Al día siguiente se vio obligada a mudarse de casa, puesto que donde estaban hospedados era el departamento de don Memín, padre de la Natacha.
Se levantó muy temprano, apesadumbrada e indecisa, con los ojos medios apagados debido al llanto y el desvelo. Dejó escapar un suspiro y comenzó a recoger sus pertenencias, unas tangas, una par de negligés, unos libros de Froid y otros de poesía mística, entre otras chácharas.

El tuerto se había marchado casi al despuntar los primeros rayos del sol; cuando regresara, la Yajaira ya no estaría allí.

EL PEDIGRÍ DEL TUERTO



CAPÍTULO CUADROS

"Hay que crecer
bailando con sinsabores."

Silvio

Si la mayoría de las veces los padres gustan de darles a sus hijos nombres de personajes famosos o de leyendas, ¿porqué razón a éste le habían puesto el Tuerto? ¿Porqué no Lancelot, Yago o cuando menos Pedro? Porque el Tuerto carecía de antecedentes míticos.

El origen de su nombre obedecía a un incidente ocurrido durante su primigenia niñez, cuando él contaba apenas con cuatro meses después del alumbramiento, es decir a partir del momento en que su madre lo escupió al mundo por la vagina.

Resultó que un día lluvioso, la jefita del Tuerto salió a buscar una cubeta para sacar el agua que había escurrido por las hendiduras de las paredes de su casucha, y ocurrió que un sapo-toro se introdujo al hogar y subiose a la cuna de nuestro héroe y le orinó a éste la cara; recibiendo —no el batracio, sino el Tuerto— un chisguetazo de orines en el ojo derecho, quedando entonces gacho o caído el párpado. Razón por la que le apodaron el Tuerto.

Era la costumbre en la familia del Tuerto ponerle el nombre a los chamacos considerando los sucesos que se presentaban en el momento que llegaban al mundo. Uno de sus primos por el hecho de haber nacido en el preciso instante en que un perro defecaba fue bautizado con el nombre de Perro Cagando.

De todos los discípulos del filosofo metafísico Matías, el Tuerto era el más aventajado pero también el más soberbio y altanero.
Actuaba de esa manera porque no sabía cómo guiar su vida. A pesar de ser una persona inteligente se comportaba con frecuencia como un cretino ambicioso y revanchista. Le había robado un proyecto de tesis a un compañero de universidad e inescrupulosamente plagiaba párrafos extensos de textos de filósofos alemanes para conseguir becas y no trabajar. Se aprovechaba de los favores y no frecuentaba a sus familiares más que para pedirles dinero.

—"Es una lastima que nuestra hija se haya fijado en ese muchacho tan acomplejado e inestable —decía el padre de la Yajaira— O, ¿no es así, vieja?"

—"Si tú lo dices" --respondía resignada la madre—.

—"Pobre de mi niñita —parece que le ha caído el chagüistle con ese fulano."

LA FILOSOFÍA NO ESTA REÑIDA CON LOS MADRAZOS



CAPÍTULO CUADROS [BIS]


Prevalece eterno el testimonio de la gente de ideas machincuepas, en el sentido de que los golpes ingren a las mujeres. No hay caballero que no haya golpeado alguna vez a una ruca.
Es el distintivo oficial de un macho, y el machismo es la expresión dogmática de un populismo antintelectual.
Qué hombre, por más joto o mandilón, no ha sufrido la imposición de esta etiqueta. Si la cónyuge del algún güey es una fémina emancipada del metate, para que la relación marital funcione y sobreviva, el bato debe necesariamente navegar con banderita de pendejo.
Esa es la única forma de que a uno lo acepte una ruca de tal calado. Es sabido que los maridos verdaderamente ejemplares son aquellos que se dejan mangonear a lo cabrón.

Con este tipo de idiosincrasia populachera-patriarcal-ideológica habían educado al Tuerto; no su padre, sino los vagos y rufianes que cortejaban a su jefa.

EL CHULO DE LAS MUSAS



CAPÍTULO NICLE [BIS]



"Igual me da mujer de mala nota
que especialista en Borges o Lacan."

Joaquín Sabina


Disipada la turbulencia la pareja regresó a Tijuana. Por supuesto que cada quien pintó venado hacia sus respectivos nichos, convencidos de que el amor no es más que una letrina pestilente. Cayeron en la trampa idealista de la ineluctable lógica satánica; su odio recíproco es ahora su hambre ontológica. Si el espíritu pudiera mover la materia.
¡Bah!, pura degeneración de teorías librescas, sostenidas sobre una base quimérica.
Él no cree en Dios porque el Altísimo le ha concedido el pan y demás bienes en forma fea y desapaciblemente ingrata. Se imagina que el Paraíso es una suerte de culo estreñido perteneciente a un hombre sin ambiciones.

—"¿Verdad que me vas a invitar una raya?

—"Ojalá trajera, preciosa. Pero ando bien erizo."

—"Yo te la invito, mija, pero quita esa pinche música de rap que tienes en la gabacha. No la soporto, la culera" —intervino el Tuerto—.

AL CABO QUE NI BORRANDO ACHO



CAPÍTULO SIXTI



"...golpeando las paredes del infinito,
descascarando el nácar del inventario,
violentando el remanso de lo prescrito."

Silvio

Cuando el Tuerto concluyó sus estudios en la universidad, y obtuvo su grado de licenciado en filosofía, se le congeló la bravura de revolucionario de cubículo, o como dijera un poeta, que se trasmutaba en hermano de Rómulo y Remo, el ex de la Yajaira comenzó a recibir de la realidad sendas patadas en los güevos. Entonces el batillo se dio cuenta que la voluntad no equivalía a destino y que hay cosas en la vida que no se atrapan simplemente con los deseos y animus domini.
Por otra parte, la nostalgia del idilio que había tenido con la Yajaira le producían un agobio que le destartalaba el alma, hendiduras abstractas en el corazón; sentíase por eso el más infeliz de los mortales.
Cuando estaba solo, es decir sin que nadie lo mirara, sus ojos recitaban lágrimas, las cuales con autoengaños, intentaba convertir en agua bendita. El dolor de aquel amor, enano y frustrado, le quemaba el trasero. Para curar esa aflicción que se sumaba a los otroras achaques existenciales que cargaba dentro de su costal de huesos. El agudo pesar del Tuerto parecía una travesura de Dios o un escupitajo del Diablo, odio y ternura en un mismo plato de sopa echada a perder.
Una vez conciente que su amargura era un camino que no terminaría de recorrer ni siquiera con la ayuda del mejor caballo galopador, ya que estaba más largo que la propia vía láctea, optó por tirarse a la milonga para aliviar el tormentoso trajinar apenas emprendido, y la catarsis no se hizo esperar: abrió la válvula de escape y su espíritu salió disparado hacia la promiscuidad, la droga y el alcohol. Él ya tenía dos libros publicados, a decir verdad, un par de textos confeccionados con ideas ajenas, plagios a filósofos que el Tuerto leyó en sus años de esculapio universitario, cuyas teorías habían entrado chuecas en su cerebro provinciano. Presumía ser al autor de los rollos mentales consignados en dichos libracos, cuando a sus espaldas, los que se decían ser sus fieles amigos, intelectualoides de pacotilla, lo consideraban como lo que en verdad era: un ladrón de argumentaciones académicas. Con decir que hasta los parroquianos que se topaba en los tugurios de mala muerte que recorría lo tildaban de pendejo, no obstante que el Tuerto se las doroteaba de chinguetas. En una ocasión el cantinero de un bar le dijo:

—"Joven, ya vamos a cerrar el congal. Por favor, pague su cuenta y retírese."

—"¿Qué traes, pendejo? ¿No sabes quién soy yo?

—"No, señor. Ni me interesa saberlo" —contestó pausadamente el cantinero—.

—"Soy el escritor más cabrón de Tijuas."

—"Mire, pues aunque usted sea el presidente de la República, el changarro se ha cerrado, y disculpe que ya no pueda servirle un trago más, lo siento."

—"Sírveme otro pisto, puto. Y no la hagas de pedo que la gallina es tuya —insistió el Tuerto— Apenas estoy agarrando avión, y tú me cortas la inspiración."

—"No, no se puede. Ademas, usted ya está muy pasado d copas."

—"¿Qué te pasa, pendejo? Si apenas me estoy poniendo sarazón. Ni borrando acho."

—"Se dice: ni borracho ando, güey" —intervino un parroquiano que se disponía a retirarse—.

—"Pues váyanse mucho a chingar a su madre todos" —dijo el Tuerto y, tambaleándose, emprendió su retirada vociferando incoherencias—.